A 50 km de Johanesburgo, en Sudáfrica, se encuentra la « Cuna de la Humanidad»: un sistema de yacimientos arqueológicos donde durante el siglo XX se encontraron varios ejemplares de Australopithecus, los primeros homínidos bípedos de los que se tiene registro (cuyo exponente más conocido probablemente sea la famosa Lucy).
Este descubrimiento podría revolucionar todo lo que sabemos sobre la especie humana
Estas cuevas nos han proporcionado cantidades incalculables de información extremadamente valiosa sobre nuestro pasado como especie y, en 2013, volvieron a sorprender.
Cámara oculta

Ya no se encuentran tantos fósiles como antes en la Cuna de la Humanidad, pero eso no detuvo a Steve Tucker y Rick Hunter, dos exploradores que decidieron probar suerte en estas cuevas. Encontrar algo no iba a ser fácil: los dos hombres tuvieron que arrastrarse y escabullirse entre grietas y fisuras hasta llegar a una angosta cámara de 12 metros de largo. Una hamburguesa más y probablemente no habrían podido llegar hasta este lugar.
Pero el esfuerzo valió la pena. En el suelo de la cámara, tirados como si alguien se hubiera deshecho de ellos, encontraron una serie de huesos que parecían ser humanos. No lo sabían, pero habían sido autores de uno de los descubrimientos más increíbles de las últimas décadas: un nuevo ancestro humano.
Los científicos la nombraron « Homo naledi», por haberse encontrado en una cueva llamada «Estrella Ascendiente» (« naledi» significa «estrella» en un idioma local). Para su sorpresa, los huesos encontrados pertenecían a unos 15 individuos, niños y adultos, lo que les permitió confirmar con mayor certeza que se trataba de una especia nueva y no una mezcla de huesos de especies distintas.
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Un sueño científico hecho realidad

Asombrados por su descubrimiento, pero sin saber de qué se trataba, Tucker y Hunter tomaron fotografías de los fósiles y las llevaron a Lee Berger, un científico de la Universidad de Witwatersrand. Inmediatamente, Berger mostró interés por las imágenes, pero sacar los fósiles de la cueva tampoco iba a ser simple. Precisaría gente con el conocimiento científico y la contextura física apropiados para llegar a la cámara y extraerlos.
Berger colocó un anuncio: Se busca gente flaca con credenciales y experiencia en cuevas. Terminó contratando a un grupo de 6 jóvenes científicas mujeres a las que llamó sus «astronautas subterráneas».

Pero esta no fue la única parte inusual de la investigación. Llegado el momento de analizar los huesos, Berger convocó no solo a científicos con largas trayectorias sino también a un grupo de jóvenes para que lo ayudaran. Entre todos, llegaron a la sorprendente conclusión de que ante ellos tenían los fósiles de una nueva especie hasta ahora desconocida por la ciencia, una que presentaba características de Homo y Australopithecus. Es posible incluso que esta especie haya existido en el origen del genus Homo.
¿Cómo era el Homo naledi?

Algunas características se destacaron. Su cerebro habría sido mucho más pequeño, del tamaño de una naranja. Esto sorprendió a los científicos. Hasta ahora, se creía que el aumento en el tamaño de este órgano habría coincidido con el uso de herramientas y una disminución en el tamaño de los dientes producto de cambios en la dieta. Sin embargo, a pesar del tamaño de su cerebro, los Homo naledi tenían dientes pequeños y manos que podrían utilizar herramientas.
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Sus manos, justamente, son otro de los aspectos que interesaron a los científicos. También parecerían ser una combinación entre el Australopithecus y el resto de los Homo. Los dedos estaban más curvados que en otras especies, al igual que sus pies, lo que sugiere que probablemente caminaran, pero también habrían pasado gran parte de su tiempo trepando.
Por ahora, a los científicos les queda poder datar los fósiles con exactitud para ubicarlos con precisión en nuestro árbol genealógico. Algo es seguro: todavía nos queda mucho por aprender sobre nuestro pasado y es probable que este increíble descubrimiento genere tantas respuestas como preguntas.