El cómic es un género único. A través de él millones de apasionados lectores dimos nuestros primeros pasos como eso: apasionados lectores. Durante un largo periodo la historieta se estableció como un pasatiempo dedicado a los varones. Aunque las historias siempre incluyeron a personajes femeninos, el cómic, especialmente el detectivesco y el de aventuras, se mantuvo con una dirección más inclinada hacia los fanáticos del género masculino.
Un homenaje a los lectores de historietas
Pero este no es un artículo de carácter feminista ni pretende recriminar nada a la historieta ni a sus creadores. La idea central es la de compartir algunas impresiones personales como fanática del cómic, como una más de todos ustedes.
Hace mucho tiempo...
Mis primeras historietas fueron Archie, La Familia Burrón y Memin Pinguín. Los domingos en la casa de los abuelos me apresuraba a buscar en el periódico la tira de Fantomas y cada vez que visitaba los puestos de revistas, regresaba a casa con una historieta en las manos. Tiempo después me volví inseparable de una edición tipo cómic de El Gato Negro de Edgar Allan Poe, por la cual, también me volví inseparable del autor.
Poco a poco la historieta comenzó a alejarse de mi vida al tiempo en el que me embebía en otros libros "menos ilustrados". El Doctor Jekiyll y Mr. Hide, La Historia Sin Fin y El Señor de los Anillos alejaron mi atención de las publicaciones periódicas. Por años ignoré importantes entregas como Watchmen, The Killing Joke, Marvels (de Busiek y Ross ) y Kingdom Come hasta que, sin aviso, los globos de diálogo y las historias de Frank Miller y Alan Moore me cautivaron de nuevo.

La historieta como género literario
El poder de la historieta es el de transportarnos a universos colectivos donde el guionista y el ilustrador trabajan en equipo con muchas otras personas para brindarnos una dialéctica del lenguaje, es decir, un espacio donde las palabras y las imágenes conviven y dialogan, donde la gastada frase que dice "una imagen vale más que mil palabras" no tiene fundamento.
En el cómic, la imagen y la palabra tienen la misma importancia, y es gracias a esta equidad que se le puede señalar como un género literario único, con sus propias normas y posibilidades narrativas.
Estimado lector, comparto esto contigo porque sé que como yo, has experimentado la emoción al pasar una página y descubrir un final. Sé que entiendes la ansiedad de la espera cuando un número está punto de salir y el coraje que se siente cuando arruinan las historias con argumentos obvios.
La relación que existe entre el cómic y sus lectores es peculiar. Es un género literario que nos mantiene al borde del asiento pues no deja de transformarse. Principios, finales, reboots, multiversos y precuelas... el género de la historieta es inabarcable y siempre está en movimiento.
Lo que nos identifica como fanáticos del cómic es esta condición de vagabundos literarios pues hacemos de todas las calles y rincones de este arte, nuestra casa. Leer es una adicción y discutir nuestras lecturas es un placer.
El lector de historietas es hoy, tal vez, uno de los únicos lectores verdaderamente atentos y comprometidos con la literatura. Es, en resumen, un héroe contemporáneo de la palabra.